De paso por Gdansk (la antigua Danzig), huyendo del calor y del tufo a baratillo de la campaña electoral en su país, el viajero decidió darse una vuelta por Hel, un pequeño pueblo en el extremo de la Península de su nombre, situada en la parte noroeste de Polonia. Esta península, no hay más que ver el mapa, la trabajaron el viento y las corrientes del Báltico hasta darle los 36 kilómetros de sedimentos de entre 2 y 10 metros de altura que hoy luce.
Los pequeños pueblos situados en ella vivieron siempre de la socorrida pesca. Hoy, al menos en Hel, hay sobre todo turistas con niños y perros a mansalva. Bañistas hay muy pocos, pero sí mucho helado, excusados de pago, tenderetes de comida y recuerdos, además de un focario donde el personal se entretiene en hacerse fotos con las pocas focas que no han salido de estampida ante la avalancha de pelmazos humanos. Hay también un bonito faro, un pequeño puerto con cuatro pesqueros y una carretera que cruza la península a la que los guasones de turno llamaron Highway to Hel, parodiando el tema del grupo AC/DC.
Corre por aquí un chascarrillo, acaso verdadero, que asegura que los pequeños vehículos que transportan a los turistas más viejos o vagos por la población llevaron en su día una matrícula no oficial que rezaba GOTOHEL junto al número del vehículo en cuestión. Sólo era un fácil e irónico juego de palabras entre «Ve a Hel» y «Vete al infierno». Ya puestos con la canción, ¿qué más daba? Pues no daba lo mismo, al parecer. Toparon con los mojigatos de turno y la Madre Iglesia que se quejaron del engendro satánico. Hoy sólo llevan el GOTO y el infierno se sobreentiende. Todos contentos.
El viajero prefirió las dos horas de barco desde Gdansk a tomar la carretera hasta el pueblo de Władysławowo y llegar por tierra. Desde la ciudad de Gdynia se llega antes y más derecho, pero el viajero estaba deseoso de embarcarse y cruzar un trozo del Báltico lo antes posible.
El extremo de la península está cubierto por un denso bosque húmedo que esconde recuerdos bélicos de otros tiempos y que resultan curiosos de visitar. La senda principal que sale del pueblo es un caos de ciclistas, patinetes, viandantes y vehículos eléctricos con turistas. Hay que andarse con ojo para no ser llevado por delante. También hay una colección de tenderetes con comida. Los polacos se pasan el día comiendo, sencillamente porque no tienen horas fijas para hacerlo. Esto puede extrañarnos, pero cada pueblo tiene su forma de pasar y perder su tiempo como le place. Los españoles, por ejemplo, nos pasamos el día cotilleando y envidiando al vecino, y no por eso somos mejores. Qué le vamos a hacer.
Tras caminar unos cientos de metros, el viajero se dio cuenta que hay búnkeres y fortines medio ocultos por la maleza en todas partes. Este trozo de península fue militarizado por la Marina polaca ya a finales de los años 20 del siglo pasado para proteger la costa báltica y sus puertos. El muñidor de todo fue el Teniente Comandante Heliodor Laskowski, que consiguió un contrato con la firma sueca Bofors para la entrega de cuatro cañones Mk 30 de 152,4 mm. más sus pertrechos a cambio de 125.000 toneladas de carbón. Los cañones se entregaron entre junio y septiembre de 1935.
A su vez, los polacos se encargaron de fortificar el terreno construyendo terraplenes y toda la infraestructura necesaria para la batería. Todo estuvo listo para septiembre de 1935, coincidiendo con las últimas entregas de Bofors. El alcance efectivo de los cañones llegaba a los 19 km. y con menos precisión hasta 25 km., lo que les permitía, no sólo proteger toda la península, sino también alcanzar una amplia zona de costa.
Afortunadamente, el camino está sembrado de carteles explicativos en polaco e inglés que nos ilustran sobre lo que estamos viendo.
El denominado Corredor de Danzig, otorgado a Polonia por el Tratado de Versalles y que separaba Prusia de Alemania, se convirtió en la excusa de Hitler para iniciar la Segunda Guerra Mundial. La batería fue intensamente bombardeada por aire y también por mar a cargo de los acorazados alemanes Schleswig-Holstein y Schlesien. Los polacos resistieron continuos ataques hasta final de septiembre, cuando se rindieron. En su intento por no ser invadidos, los defensores llegaron a detonar torpedos en medio de la península para dejarla aislada del continente.
Durante la ocupación alemana, la batería estaba a cargo de la Marina y recibió el nombre de Schlesien. Muchas tripulaciones de submarinos se entrenaron en estas aguas. Al final de la guerra, la península acogió a miles de civiles que huían del avance ruso y sus cañones sirvieron de protección ante un nuevo invasor.
El viajero encontró este cartel que muestra muy bien la disposición original de la batería con su pequeña red ferroviaria para transportar munición desde el polvorín principal. El gordito de la parte superior es Heliodor Laskowski.
El viajero se las prometía felices cuando encontró el emplazamiento de uno de los cañones a la izquierda de la senda que llevaba. Lo que no sabía cuando intentó acceder para fotografiarlo es que un grupo de zopencos ultranacionalistas, de esos que gustan de vestir de Geyperman sin haber hecho la mili ni tener ni zorra idea de disparar un tiro salvo en galerías y con auriculares, había instalado un chiringuito con chatarra militar en la puerta y querían cobrarle la entrada. El viajero no estuvo dispuesto a financiar con sus monedas a semejantes bípedos implúmidos y se preguntó quién diantre les había dado venia para usar un monumento a conveniencia. La respuesta no es difícil de imaginar: son ultras bendecidos por el dedo del poder.
Del mal, el menos, así que el viajero rodeó el lugar y se conformó con tomar unas fotos de la plataforma para dejar constancia. El arma que se aprecia no es un cañón Bofors original, sino un cañón naval ruso B-13 de 130 mm. instalado quizá en los años 50.
En 1948 la infraestructura artillera, ampliada también por los alemanes con otras piezas, estaba desfasada. Para alojar la dirección de tiro de los nuevos cañones B-13, se construyó una instalación soterrada, así como nuevas torres de observación y detección que alojaban telémetros y radares.
Así era el puesto de mando, que disponía de camaretas y duchas para la dotación. El viajero llegó a la puerta, pero el paso lo encontró cerrado.
Próxima al puesto de mando se encontraba esta torre de observación, que ha perdido la pasarela de madera que la rodeaba. Quedan los soportes y las barandillas como testigos.
Y más adelante, esta otra torre alojaba uno de los telémetros de la zona. Su conservación es bastante mejor y se puede acceder a ella sin mucho problema. El correspondiente cartel nos muestra sus hechuras originales.
Durante los años 60, la dotación de estos artefactos obsoletos fue menguando. En noviembre de 1977 la instalación quedó desmantelada y la unidad que la servía fue trasladada. Los cañones de Hel no han vuelto a disparar desde entonces.
Quedaron muchas más antiguallas por ver en Hel, pero el viajero se tuvo que apresurar para tomar el último barco del día a Gdansk, no era cuestión de pasar la noche al descampado. Por perderse, hasta se perdió el concierto que un grupo de Heavy Rock comenzaba cuando salía del puerto. El viajero estuvo oyéndolo un buen trecho hasta que Hel se alejó en la distancia alumbrado por la puesta de sol.♦













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