Arte y parte

Artículos (o eso parecen) de motivo modelístico.

[5 enero 2016] Los Guillermos, muerta y resucitada

Andar Córdoba es cruzar las miles de caras del poliedro que la historia dejó en este lugar. Camino al centro, el paseante se acuerda de repente de la tienda de Los Guillermos, que encontró sin buscar en Conde de Gondomar una Navidad anterior. Casi sin reparar en ello, se encamina por apartados senderos urbanos hacia la tienda que quedó sembrada en sus recuerdos de entonces. Al llegar a una esquina, se da de bruces con un  comercio dedicado al braguerío femenino.

–  No puede ser. Estaba aquí.

Para no ahuyentar a la huidiza ilusión, el paseante comprueba el nombre de la calle, sale a las Tendillas a echar una visual por las calles paralelas y perpendiculares a Conde de Gondomar y vuelve con las orejas gachas. Efectivamente, era allí pero la han quitado. Los Guillermos desapareció.

La tienda era bien conocida en toda la ciudad. El paseante aún recuerda de la vez anterior las largas colas hasta la puerta del personal en busca de juguetes para Reyes que le impidieron entrar a bichear. El paseante tiene por costumbre no mezclarse sin necesidad con la masa, no vaya a ser que se le pegue la tontería contemporánea. Los Guillermos era, en efecto, una tienda de juguetes, no de modelismo. Su enorme escaparate, enmarcado en verde, daba impresión de antiguo, y lo era. El comercio original, emplazado en el mismo lugar, se dedicaba a objetos de loza y fue fundado en 1906. Con el paso del tiempo, ya bastante avanzado el siglo pasado, cambió de género y se acabó dedicando a los indios de plástico, las muñecas Mariquita Pérez, los puzzles, y más modernamente al radiocontrol y los drones.

El paseante consulta datos y se le ocurre que el discurrir de este comercio cordobés fue similar al de otro muy popular en Valladolid, Plásticos Santos. O a los antiguos Almacenes El Águila de Almería, cerrados antes de que el paseante emigrase a tierras extrañas. También la juguetería  Alfonso, donde se aficionó a las maquetas de barcos japoneses (cosas más raras se han visto), cerró allí en los 80, cuando a su dueño se lo llevó la parca.

Enterrada Los Guillermos, el paseante se sienta en las Tendillas y se toma un café que le sabe bastante amargo, quiere creer que es por la tienda. La tarde está amenizada por una banda de siete músicos que tocan a la puerta del local. El paseante cuenta un saxofón, una trompeta, dos trombones, una tuba, una caja y un bombo, y cuando acaba su café, la banda ataca Happy de Pharrell Williams a buen ritmo. Después le llega a dar tiempo de oir música latina aderezada con algún tema de película de Walt Disney (no, no era El Rey León, era otra). Suenan bien. El de la caja es el único con gafas de sol y aprieta los labios cuando le da marcha al asunto. Se conoce que le gusta el mamporreo. El personal cordobés se deleita y algunos abuelos, a los que les han jodido la tarde encasquetándoles a los nietos, sacan a los niños a mover el culillo delante de la banda. Se oye un ole con ole y olé, aunque no pega con la melodía porque gracias a los clementes dioses esta banda no se dedica al flamenqueo barato al uso, género del subdesarrollo endémico, eterno.

El paseante junta sus últimas esperanzas y volviendo la burra al trigo, pregunta a un camarero por la tienda.

– Sí, estaba ahí mismo, pero cerró hará…

– ¿Uno o dos años?

– Qué va, más, más. Lo menos cuatro o sinco. Aquello fue la bomba en Córdoba. Salió en todos lados.

Al paseante las cuentas no le salen. Por fin concluye que el camarero es muy joven y tiene un sentido bastante laxo del paso del tiempo. El viejo Einstein ya nos dijo que el espacio-tiempo es curvo, pero no aleatorio, y dos más dos siguen siendo cuatro en las Tendillas o en Andrómeda. Buscando el dato preciso, el paseante leerá luego que la tienda comenzó los preparativos del cierre en septiembre de 2014 con unas grandes rebajas. Para su gozo, descubre que Los Guillermos, lejos de estar pudriendo las malvas del olvido, ha renacido con el mismo nombre pero distinto dueño cerca del lugar, en la calle Pastores. Acaso haya tiempo en otra ocasión para acercarse a bichear el nuevo local. Al salir de las Tendillas, el paseante le dedica un último y fugaz vistazo a El Gran Capitán, que queda melancólico jinete sobre la rutina de la plaza mientras oscurece.♦

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[7 abril 2015] En Capua Hobby’s

Capua Hobby’s está en Gijón, en una calle céntrica que corre casi paralela al mar. Decir esto en Gijón es una obviedad, porque toda la ciudad corre y vivirá hasta el final de los tiempos paralela al mar. Encuentro la tienda al azar, buscando la sombra después de andar la balconada del paseo marítimo en un día de fresco poniente, uno de esos en los que dan ganas de hacerse a la vela hacia otras latitudes a empezar, como tantos, una vida nueva. O más bien la segunda parte (y mejor)  de la misma vida.

La tienda tiene una curiosa forma de U, que no sorprende cuando uno repara que el seno de la letra está ocupado por un portal que da acceso a un bloque de pisos. De este modo el establecimiento tiene una puerta y dos escaparates en las dos puntas de los palotes. El local es espaciosos y bien iluminado, tanto que queda bastante sitio para que al fondo echen su partida de Warhammer un par de jóvenes enfrascados en lo suyo. No dan ruido y hablan quedo, asi que el visitante pasa unos instantes concentrado, bicheando las largas estanterías de cajas, bien organizadas por tema, marca y escala.

Es día tranquilo y no hay mucho movimiento, y el que hay es apenas de entrar y salir (compras rápidas o consultas). Los del Warhammer siguen a lo suyo, pero cuando llego al final del periplo bicheador, algún problema debe haberles surgido porque el juego, que transcurría como un partido de cricket entre caballeros de Eton College, se detiene. Uno de los jugadores se queja de algo que se ha roto y en seguida se ofrece el personal de la tienda a ayudarle. Entonces el viajero recuerda haber leído tiempo ha en Google un par de críticas negativas sobre la atención al cliente del establecimiento. Algo no cuadra.

Me llevo un par de cosas rebajadas y cuando me toca el turno, la dueña aparece con un bote de pegamento de regalo, obsequio de la tienda. Al salir reparo en unos libros de Squadron de saldo. Viéndome mirarlos, la dueña vuelve a acercarse.

– Coja los tres que quiera, se los regalo.

– Muchas gracias, pero no sé si…

– Los que quiera, no se preocupe.

Uno le hace caso, (quien manda, manda) y toma lo ofrecido con el pudor de quien parece estar engañando a un inocente. Regomello, le dicen a eso en Almería. El visitante, en los tiempos de “coge-la-pasta-y-corre” en los que vivimos, sigue siendo hogaño el mismo jililea de antaño.

– Nada, no se preocupe. ¿No se las he ofrecido, yo? Se los pongo en la bolsa.

Cuando Margarita, así recuerdo que se llama, se entera de que estoy de paso, también se ofrece a guardar la bolsa en la tienda hasta la hora de apertura vespertina (es casi mediodía) para no tener que andar por Gijón tirando de plástico. A estas alturas, uno ya tiene la certeza de que en Google, como en las redes “suciales”, decir majaderías sale gratis. Por eso hay necios juntaletras a tutiplén por esos lugares. Nada de mala atención al cliente, más bien el visitante se siente abrumado por la amabilidad del personal. En pocos lugares le han tratado así de bien, y piensa que es lástima vivir tan alejado de este lugar. Gijón y Capua Hobby’s tienen ganado un hueco en futuras correrías norteñas.♦

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[23 marzo 2014] Adios a Hobby Sur

Hace menos de dos meses visitaba por última vez Hobby Sur, la tienda de maquetas de toda la vida (de casi toda mi vida) en Sevilla, sin saber que aquella sería la postrera ocasión en la que vería a Antonio tras el mostrador. Hoy me he topado con el cierre echado, los escaparates vacíos, correspondencia sin recoger bajo la puerta y un cierto desorden en lo poco que podía verse del interior, que hacía suponer un desalojo rápido sin mirar atrás, como esos que uno hace para evitar el dolor de desperdirse de los lugares donde ha sido feliz. Miento: aún quedaba un diminuto helicóptero colgado del techo de uno de los escaparates. Se conoce que lo dejaron allí, libélula muerta dentro de un acuario, como mudo testigo de lo que una vez fue y ya no volverá a ser.

La tienda venía pasando por dificultades. El radio-control ya no daba lo que otros años dió en  reparaciones y ventas, las maquetas menguaban (aunque en mi última visita los estantes no estaban en sus horas más bajas por lo que pude ver) y además no tenía sitio web, lo que le impedía competir con otros negocios del ramo. Hobby Sur estaba cada vez más solo. Resulta irónico que, tras cruzar el océano de la crisis durante estos largos años, la tienda se nos muera al llegar a la orilla, justo ahora que dicen (habrá que verlo) estamos saliendo del agujero. Ahora el negocio abre con otro nombre fuera de Sevilla, en un polígono industrial donde Dios perdió las zapatillas y que no pienso molestarme en buscar.

¿Qué habrá sido de aquellos Polikarpov R-Z y GAL Monospar de Azur que siempre encontraba en el mismo lugar durante años y años? ¿Y de aquellas Hasegawas que nunca se vendían: un P-40, una caja de pilotos…? ¿Y de las más recientes de Dragón y Trumpeter? ¿Y de las figuras de metal pintadas que había en una vitrina? ¿Y del mostrador cutre y lleno de muescas de todas las épocas? Omnia vanitas et umbra sunt. Pulvis sunt et cineres, como se dice en el Magnificat.

Recordaré la tienda de República Argentina y los buenos ratos que allí pasé entre el personal, vecinos, algún bebé, perros y los cachivaches modelísticos durante décadas. Aunque no soy nostálgico, se me va a hacer difícil no volver a coger avenida arriba, hasta llegar a la puerta azul presidida por el mismo logotipo estilo años 70 que conocí de chaval. Descansen todos estos recuerdos en paz junto a Hobby Sur.♦

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[23 junio 2013] Envidia, el monstruo de verdes ojos

Permítame el lector comenzar con un poco de erudipausia. Dice Shakespeare a través del personaje de Yago en Othello:

O, beware, my lord, of jealousy;
It is the green-ey’d monster, which doth mock
The meat it feeds on […]

Oh, guárdate, mi señor, de los celos;
Son el mostruo de ojos verdes, que se burla
de la carne de la que se alimenta […]

En este pasaje, Yago previene a su señor Otello contra los celos que tiene de su mujer, Desdémona, y que serán la causa del fatal desenlace de la obra. Esta debe ser una de las citas más antiguas en las que se relaciona a los celos con el color verde. Si Shakespeare empleó esta relación varias veces en sus obras tal vez se debió a que para su público era de uso común el hacerlo. En español usamos también esa correlación entre “humores” y colores. Así hablamos de estar “verde de envidia”, “rojo de ira” o “pálido (blanco) de miedo”. Hay quien dice que esta relación tiene que ver con el concepto de la medicina antigua que ponía en relación los fluidos corporales con los humores, o caracteres predominantes en las personas. Así, el color verde o negro se atribuía a la bilis. Y por ir trayendo todo esto hacia el terreno modelístico, ahora recuerdo que hay un color de la gama de Vallejo denominado “verde vejiga”, curioso.

Los celos no son exactamente iguales a la envidia, aunque se alimentan, parece, del mismo pozo siniestro: la comparación. Se llama a menudo “celos profesionales” a lo que no es sino lisa y llanamente envidia,  por eso yo restringiría los celos al ámbito de las relaciones de pareja o familiares, a la célula más próxima a cada criatura humana, y dejaría la envidia para todo lo demás, que no es poco.

Como pasa con otros vicios y virtudes del modelista, quien es envidioso en el sector del plástico y la pintura, lo más probable es que también lo sea en otros terrenos. y envidiará el coche del vecino, la suerte de su cuñado o lo que gana el tontaina de la tienda del barrio, que no sabe hacer la O con un canuto. Vaya usted a saber, porque hay quien tiene envidia hasta de su sombra.

Para distinguir la envidia pura y dura de la otra que llamamos “envidia sana”, llamaré a esta última emulación. Emular no es sino “seguir el ejemplo de”, hacer algo “a la manera de”. Una especie de imitación que se hace por motivos distintos a los de la simple imitación. Así, diremos que cierto humorista imita al Rey, no que lo emula. Sin embargo sí se podría decir que una cría de chimpancé emula a sus padres en la búsqueda de comida. Parece, pues, que emular es imitar para aprender. Dice el diccionario de la RAE, que emular es “imitar las acciones de otro procurando igualarlas e incluso excederlas” y añade que tiene sentido favorable. Exacto, ahí le han dado.

Muchos modelistas conocidos tienen legiones de émulos: Miguel “Mig” Jiménez, Verlinden (en tiempos), J. M. Villalba, Tony Greenland y muchos otros son o han sido seguidos, perseguidos y copiados en sus técnicas y maquetas por modelistas deseosos de aprender y evolucionar. Esto, lejos de ser malo, es de lo más positivo que tiene esta afición, sobre todo si quien sabe está deseoso de enseñar a los demás y no se guarda su sapiencia para sí mismo (conozco casos).

Confieso aquí que me gustaría ser un émulo (no puedo serlo porque no practico ni mucho ni poco) sobre todo de Julio Fuente, un artista de las alas y las hélices al que no tengo la suerte de conocer en persona. Soy ya talludito para tener ídolos (esa tontada adolescente), pero sí hay un puñado de modelistas de los que también me gustaría aprender más (emular más) si tuviese más tiempo y la debida dedicación para mejorar.

Dejados taxonómicamente a un lado los celos y la emulación, parecidos a la envidia pero que no lo son, centrémonos de una vez en el dichoso zombi de ojos glaucos. Decía más arriba que los celos y la envidia se alimentan de la comparación, y es que el envidioso es un ser que se compara con los demás y, naturalmente, siempre sale perdiendo en su fuero interno. Disminuido y acomplejado, en lugar de buscar la causa de su sufrimiento en sí mismo, hace culpables de él a otros. El problema de compararse con los demás es doble e insoluble: por un lado, el envidioso nunca podrá ser la persona envidiada ni tener exactamente sus mismas cualidades, es obvio el motivo. Por otra parte, aunque nuestro acomplejado individuo salga ganando en algunas comparaciones con otros (cree él), siempre acabará encontrando la horma de su zapato, y no en una persona, sino en varias. Siempre, como digo, alguien hará maquetas mejores que las suyas, es cuestión de tiempo.

El envidioso no lo sabe, pero en realidad está viviendo la vida de otros al medir la suya con las de sus supuestos oponentes. Los sigue por todas partes a ver qué dicen, qué hacen o hasta cómo se peinan. Si el envidiado publica algo en una revista, la compran para despotricar; si consigue un premio, pataleta;  si lo nombran en tal o cual sitio web, ya tenemos ardor de estómago para dos días y así sucesivamente. Ni se sabe el tiempo que puede durarle, mientras el cuerpo aguante, supongo.  Qué plan.  Dijo el escritor  Cela que en el pecado de la envidia iba la penitencia, y es verdad. Es curioso observar cómo esas emociones tan negativas tienen un correlato físico inmediato: ceño fruncido, labios apretados, enrojecimiento de la cara, manos cerradas o brazos cruzados. Parece que los antiguos no iban tan descaminados con los humores.

Hay modelistas que dicen que van a los concursos “a ver el nivel”. Lo que quieren decir en realidad es que van a comparar sus maquetas con las de otros, que en eso en definitiva consisten los concursos: unos señores comparan maquetas, eligen cuáles les gusta más y las premian. El hecho de buscar comparaciones no implica necesariamente que la criatura sea extremadamente envidiosa, algo sí, para qué vamos a engañarnos. Quien diga que nunca tuvo comezón por alguna maqueta de otro modelista, probablemente se encontrará en uno de estos tres casilleros: miente cual bellaco, tiene muy mala memoria o es un santo en la Tierra. Los concursos, por su misma naturaleza competitiva (y eso los pierde a mi juicio) son terreno abonado para los pateos, el despotrique y el runrún malintencionado por la espalda de los envidiosos. Sobre esto, más en otra entrada.

El modelista envidioso con alto grado de acidez puede pasar, por ejemplo, de comerse el marrón él solito a buscarle fallos a las maquetas de los demás de manera compulsiva, y de ahí a destilarle a otras personas esa inquina que siente buscando apoyos para su supuesta causa. En estos casos, si el personal es dado a dejarse seducir por malas lenguas como normalmente sucede, tenemos las riñas y disputas en público que tanto se han visto en foros y otras plazas. Y es que una de las características del envidioso es la impudicia, llega un momento en que no se toma ya la molestia de disimular la bilis y queda expuesta a la vista de todo el mundo. Tengo observado que la reacción del personal ajeno al asunto suele ser dar la callada por respuesta y mirar para otro lado o aplaudir para que siga el espectáculo. Es un error. Nadie está a salvo de la bilis del envidioso y sólo cuando nos toca de cerca comprendemos que nunca debimos dejarla crecer tanto. Lo que menos necesita un envidioso para curarse es público y atención. Lo que más necesita es racionalizar sus emociones y darse cuenta de que debería evitar pasarse la vida comparándose, un juego en el que nunca tocan premios por más papeletas que se compren. Es tan sencillo (y parece que tan difícil) como llegar a comprender que los méritos o la suerte ajenos no te hacen ni mejor ni peor a tí mismo. Mientras lo comprende, dejemos al envidioso bilioso que se cueza en su propia salsa a ver si algún día renace de sus cenizas como el Ave Fénix, limpio de verdín.♦

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[15 junio 2013] Vanidad, maldito tesoro

Un frío y recién llovido día de invierno, alguien en una reunión se me presentó así mientras me alargaba su mano regordeta:

Hola, soy Fulano. Me conocerás por mi maqueta, un X, publicada en el último número de Euromodelismo. ¿Tienes la revista?

Servidor, sin experiencia por entonces en la esgrima oral, sin saber bien qué decir y aturdido ante la avalancha de egolatría, mintió:

Ah, sí, lo recuerdo. Pues está muy bien. Me gustó mucho.

Así muestra sus credenciales Mister Vanidoso, con la osadía que da el creerse el donfigura del orbe mundo. Yo tenía que haber visto su maqueta en la revista, qué menos. Y desde luego reconocer al instante a su autor, qué te has creido, boquerón. Fue una toma de contacto, digamos que para poner las cosas en su sitio sin que nadie se lo pidiera (se lo pediría él a sí mismo en todo caso). Después, reflexionando sobre eso, no me molestó, más bien sentí vergüenza ajena.

El menester del modelista es de suyo solitario. Muchas horas al pie del cañón con dudas, vueltas atrás, errores de variado tipo y la lucha consigo mismo (y con los demás si padece el mal de la concursitis), pueden volverlo inseguro, desconfiado, agrio. Si hay además otros problemas personales de por medio, se reflejan automáticamente en el negociado modelístico. Cuando algo le sale bien, o muy bien, hay que hacer valer el trabajo y reivindicarse ante los otros. La vanidad, como la envidia o la amistad carece de sentido sin los demás. Nadie se tiene envidia a sí mismo ni gallea en solitario. Es comprensible un cierto orgullo por la finalización de una maqueta que, por mala que sea, pueda haber supuesto algún tipo de reto personal o por el aplauso sincero porque a la concurrencia (real/ virtual) le haya gustado eso que has hecho, por ejemplo. Es menos lógico y hasta enfermizo esperar la loa y las flores ajenas porque sí, porque soy yo y porque tengo piñones pero tú no los comes. Tengo comprobado que la vanidad suele empeorar con la edad, otro “bonito” regalo que trae el tiempo, además de la artritis y la vista cansada. Pero el tiempo, si no eres lerdo, también puede traer cosas buenas, como la medicina que aplicar a los vanidosos.

Algunos se cantan su propio Magnificat hasta por correo electrónico. En cierta ocasión, hace varios años, un modelista de Madrid al que había comprado una maqueta y me pidió que le confirmase la llegada del paquete, aprovechó para escribirme lo siguiente:

Hola Jesús. […] Espero que disfrutes de la maqueta, aunque está empezada, pero muy poco. Sólo pegué dos piezas. Observarás la limpieza del montaje. Recuerdo hace tiempo, cuando había concurso aquí en Madrid, que ganaba todos los años el oro en carros […].

Bueno, está bien eso de que ganara en carros cada año, pero… ¿a mí qué me importaba si sólo le había comprado una maqueta que vendía? ¿Era necesario mencionarlo? Pues se ve que sí porque ¿y el gustirrinín de restregar los oropeles al prójimo? Qué vaina, como decimos por el sur.

Otros vainas echan egos menesterosos a pasear por concursos y foros. La diferencia está en que en los primeros el contacto es directo y se ve la reacción del personal ante el lustre propio, y en los segundos la satisfacción es diferida, mediata, el vaina sabe que se ve y lee lo suyo, pero sólo está seguro de saciar su sed de aplauso si los demás concurrentes le aplauden cuando le contestan. Los demás tampoco sabemos (desgraciadamente) la cara que pone cuando son pocos  los que lo hacen o no lo hacen como él quiere (usando adjetivos del tipo “soberbio”, “espectacular” y de ahí para arriba). En los foros, el vaina suele colocar su mensaje y esperar un día o dos para dar tiempo al personal (que en ocasiones es sincero y en otras se ve que se deja llevar por el viva Cartagena) a que coja los instrumentos y le toque una marcha gloriosa en honor de su real ombligo. Si el vaina no logra lo que quiere y como lo quiere, dejará de usar ese foro de paletos ignorantes (habráse visto, elogiar más la maqueta de Mengano que la mía) y se buscará otro donde el nivel del personal sea menor y por tanto los elogios mayores. Fácil.

El vaina concursero se planta de piernas abiertas en algún ángulo bien visible de la sala y discursea entre dos o tres pobres papanatas que le oyen extasiados su explicación de cómo le hizo los enganches a la torreta del Tiger que está en la vitrina, justo allí al ladito, claro, para que se sepa que es el suyo, que aquí hay mucha porquería y no es oro (precisamente oro) todo lo que reluce. Hay que saber distinguir, no se equivoquen. Así ví a uno hace años en el concurso de Almería.

¿Véis? Este Tiger [el de otro concursante, claro] tiene los enganches de la torreta mal puestos, no están en su sitio. Tenía que haberlos puesto como en el mío.

El vaina forero, además de poner tropecientas imágenes de la maqueta en fase de montaje casi pieza por pieza y no digamos de la maqueta pintada, ataca la faena, por ejemplo, con un:

Este avión/carro [táchese lo que no proceda] va completamente remachado y le he puesto nanocientas mejoras. Me gustan los camuflajes difíciles, no los aviones/carros de un sólo color [aquí omite “como otros pringaos“][…] Ahora llevo cuatro maquetas en marcha […].

La vanidad del modelista vanidoso, como la de cualquier otra criatura, tiene difícil remedio porque la cura está en él mismo y no corregirá su vicio mientras el orfeón no deje de hacerle el pasillo. Para ayudarle, el tiempo me ha enseñado que lo mejor que se puede hacer es ignorarlo olímpicamente si la petición de flores es por escrito, y poner cara de póker cuando la demanda es oral. Sin reacción alguna a favor/en contra, pronto se buscará algún otro al que darle la tabarra de los laureles. Así coopero para que al menos su vicio no empeore.♦

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[31 marzo 2012] En Plastic Models FGordon

Viaje casi relámpago a orillas del Guadalete para conocer a Luís Javier Guerrero y su sueño, llamado Plastic Models FGordon. El día es espléndido y los campos verdean pese a la seca primavera que llevamos. Paso por Espera, un cubo de cal arrojado a los pies de su castillo. La carretera serpentea entre colinas y uno casi agradece las curvas que ofrecen perspectivas diferentes de paisajes bucólicos y solitarios. Ya en Arcos de la Frontera, veo llegar a Luís. Lo reconozco por su semblante afable y en seguida me abre con generosidad las puertas de su casa.

Luís vive como sueña y sueña como vive. Su hogar está lleno de libros, cuadros y maquetas, en vitrinas y en cajas. En seguida conectamos. Me enseña los trabajos de su hermano Juan Antonio para la Enciclopedia de la Aviación de la Editorial Orbis, El Mundo de la Aviación, Cuerpos de Élite o Nam de Planeta. También el propio Luís colaboró en algunos de ellos ayudando a su hermano. Le comento que recuerdo haber visto la publicidad de las dos últimas obras en la televisión de la época.

– Lo de Nam fue un trabajazo. Gracias a un conocido que estaba en la base de Morón y tenía contacto con algunos americanos que conocían la jerga que usaban en Vietnam, pudimos enterarnos de mucha información que se nos hubiese escapado sobre aquella guerra.

Luego me enseña sus vitrinas de maquetas, bien nutridas,  y me habla de la ilusión que le ha hecho volver a encontrar la primera maqueta de avión que hizo de niño. Me la muestra junto a las cajas de aviones que atesora. Se le ilumina el semblante.

– De estas no me gustaría tener que desprenderme. Me gustan los aviones, especialmente de hélice, y estas son las que quiero quedarme para siempre.

La conversación de Luís es agradable, sin aspavientos te transmite su pasión por el modelismo y uno vuelve a entender lo que siempre fue esta afición cuando aún no existían internet, los foros, las tiendas en línea, las marcas chinas, los sitios webs ni los concursos a la manera que los vemos hoy. Donde hay pasión por la historia y el coleccionismo, una ilusión por montar y pintar a escala, allí se enciende la llama del modelismo en sus múltiples facetas. Alguien escribía hace un tiempo, creo que en un foro, que la mayoría de modelistas de este país no salen en foros ni casi aparecen por los concursos. Luís es un ejemplo.

Luís tiene su almacén en un altillo desde el cual la vista de Arcos es magnífica. Todo está limpio y ordenado: por temas, por fabricantes, por escalas. De haber tenido algo de más tiempo, bien me hubiese gustado poder bichear, pero se puede hacer también a través de su web, que a la manera platónica resulta ser un trasunto  cibernético de la verdadera realidad que se encuentra ante mí: Revell, Airfix, Tamiya…

Luís me presenta a su familia, su agradable mujer y su hija, que viene de jugar con sus amigos y me saluda con toda naturalidad, una chiquilla bien guapa. Hablamos de otras cosas, de las cornás que da en ocasiones la vida. Se hace tarde y tengo que marcharme, pero quedamos emplazados para otro día, ojalá sea pronto. A ver si le dedicamos un ratito a la arqueología, otro tema-pasión que compartimos.♦

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[23 marzo 2012] En Hobby Sevilla

En Hobby Sevilla he estado sólo tres o cuatro  veces. Me enteré de su existencia por casualidad, como a veces suceden estas cosas. El local está en un barrio adecentado y rescatado de la prostitución y la droga de otras décadas, junto a la Alameda de Hércules. La tienda tiene hoy más aspecto de garage.

Este comercio siempre fue singular por lo que vendía. En tiempos encontré precisamente ahí los barcos escala 1/700 de la serie SkyWave de PitRoad, una rareza fuera de Japón y una esquisitez en modelismo naval hace una década. Jordi Rubio también los vendía, pero los importaba con cada pedido, mientras aquí en el Sur podíamos darnos el gustazo de comprarlos directamente sin pagar aduanas ni peajes. También Hobby Sevilla era (ya no) el único lugar donde adquirir acrílicos de Tamiya en toda la ciudad. Ignoro por qué en otras tiendas no los vendían/reponían y siguen sin tenerlos.

Maquetas nunca hubo muchas, se dedican más bien al radio control, que deja más dinero en repuesto y reparaciones, pero solía haber siempre al menos una vitrina con aviones, barcos y algunos carros. Mi última visita me dejó un poco desconsolado. Las últimas ocupan un ángulo muerto para el visitante, capitaneadas por algunos ejemplares del Super Etendard de Heller. En la salida, una cochera, hay un par de expositores con pinturas de Humbrol y las ya mencionadas Tamiya. El resto no son maquetas. Hice la vista del médico y no me dio tampoco por preguntar sobre otros productos de esos que llaman auxiliares, pero supongo que algo tendrán. Salí, ya digo, desconsolado, triste. Quizá cuando el tiempo (los tiempos) mejore, vuelva a llegarme a probar suerte y a echar una parrafada, sobre todo ahora que el paseo es más limpio y las viejas putas de moño cañí no te llaman desde las esquinas de la Alameda. Un alivio.♦

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[13 noviembre 2011] En Hobby Sur

A Hobby Sur voy por temporadas, más que nada porque me pilla a trasmano, aunque en ocasiones voy expresamente porque siempre sé que encontraré un soplo de vida cotidiana en cada rincón. Conocí la tienda hace muchísimos años, puede que más de 30, cuando también iba con los amigotes aficionados al radiocontrol de los que escribí en una entrada anterior.

Por entonces era una tienda espaciosa, muy bien iluminada que atendía un señor mayor con gafas que se asomaba al mostrador situado al fondo. Maquetas no recuerdo, seguro que las habría, pero tenía cantidad de cachivaches para el radiocontrol (motores, hélices, etc.)  en estantes modernos a lo largo de tres extensas paredes. Recuerdo mejor los listones y tablas de balsa ordenados por grosores y longitudes a la izquierda, según se entra. Eso es lo que recuerdo, pero mis recuerdos no tienen que coincidir con lo que fue realidad. Es una imagen que tengo grabada en la memoria, pero bien podría estar deformada. Más de tres décadas en ocasiones son demasiadas para los fotogramas de una vida.

El Hobby Sur de hoy es distinto, más pequeño, peor iluminado (falla un fluorescente del centro, se enciende y apaga como en una discoteca, y chisporrotea quejándose) y, sin embargo, a mí me gusta más. Me gusta la proximidad del personal que atiende, Antonio y familia, y la del que entra, gente del barrio que a veces simplemente se da una vuelta para charlar de cosas cotidianas o echar un pitillo dentro, porque aquí no han llegado aún las pejigueras de ese personal que aulla por tragarse el humo del tabaco ajeno y aceptan de buen grado el del tráfico a todas horas. Cuando al personal le da por ponerse estupendo, suele joder la marrana a los demás, además de hacer el tonto más de lo necesario. España, país de extremistas y noveleros, es así.

El negocio, como todos, lucha por la supervivencia. El radiocontrol da juego gracias a que parte de la tienda es también taller de reparaciones y vienen chavales, especialmente por la tarde, que traen a recomponer sus bólidos cascados. También hay planeadores de formas futuristas en recias cajas enormes en altas estanterías que a veces encuentran comprador. Maquetas hubo muchas en tiempos, ahora hay menos. Cada vez que voy compruebo que van cediendo el espacio conquistado durante años a otras aficiones: puzzles, figuras, slot, automóviles. Queda aún un reducto donde se han hecho fuertes algunos aviones de Hasegawa antiguos y HobbyBoss nuevos, liderados por una antiquísima Special Hobby que siempre está allí, oscura y destartalada, como un general Custer con sus últimos fieles en pie. Las Italeri también van menguando, cuando no ha mucho eran casi legión en largas pilas. Ahora están al borde de la extinción. Los carros pequeños tienen bien defendida su posición y más que disminuir, parece que aumentan a cada visita. Sin embargo sus hermanos de escala mayor han cedido mucho terreno también.

Entro, saludo, vagabundeo un poco y me entretengo mirando unas figuras de saldo. Casi sin darme cuenta, algo se acerca y me roza los tobillos. Es una perrilla minúscula que temo pisar al menor movimiento en falso. Me dicen que se llama Berta mientras el animal se desvive haciéndome fiestas e invitándome a jugar. La acaricio y de inmediato aparece otra similar, pero algo más grande (sólo un poco) que la imita.

-¿Y esta? Son iguales a diferente escala.

– Es Paca, la madre.

– Con razón.

Da gusto verlas retozar mansamente por la tienda, mientras juegan. Entra un señor mayor y se sienta un rato con la enana en el regazo acariciándola. Se conoce que es de confianza. Antonio va de aquí para allá. Entra, sale, enciende un cigarrillo, lo deja en el cenicero, vuelve a entrar, atiende tras un mostrador con muchas muescas de otros tiempos. La radio comercial se oye a todas horas por el hilo musical, es el contrapunto a la vida que va pasando por debajo, pegada al suelo de los quehaceres humanos.

En la tienda la mañana y la tarde sevillanas tienen su público y su afición, como Joselito el Gallo y Juan Belmonte, o el Betis y el Sevilla. Modelistas sólo he encontrado los sábados por la mañana, mientras que las tardes están más reservadas a los representantes y a la chavalería apasionada por la velocidad y la mecánica. La mañana parece que es más del vecindario mayor, que sale y se pasa a echar una parrafada o dar un recado.

Jamás dejaré de llegarme a Hobby Sur de cuando en cuando. Aunque no haya maquetas ni pinturas, aunque ya no vendan pegamentos o cuchillas. Me gusta la tienda y su gente tal como es. Me conformaría con sentarme en un rincón y,  si tuviese el talento de un Dickens, un Dickens sureño, dibujar con palabras la vida que sigue colándose bajo la puerta cada día.♦

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[2 julio 2011] Miles de gracias

Llegamos estos días a las 90.000 visitas en j-models. Cuando comencé este tinglado en marzo de 2004 jamás creí que llegase ni a la mitad de esa cifra. Como en otros aspectos de la vida, las aficiones dan y quitan cosas. La web me ha dado la satisfacción de poder aportar un granito de arena para que haya cada vez más contenidos y recursos en español, en este caso relativos al modelismo, en el patio mundial etéreo que es internet. Cuando empecé, la Wikipedia en español era una utopía aún y costaba encontrar, por ejemplo, información histórica y revisiones de maquetas que no estuviesen en inglés. En algunos lugares en los que he estado he sentido la barrera del idioma, incluso dentro de España lo cual sería risible si no fuese penoso, por eso decidí no limitarme a una sola lengua e intentar captar también visitantes de otros países. Las páginas “bilingües” tienen su miga, pero son el precio que hay que pagar si uno quiere llegar a más gente.

Otro de los objetivos cumplidos (no hay más que darse una vuelta por algunos foros y otras webs dedicadas al modelismo en español) es el servir de ayuda a alguien en algún lugar en algún momento. A veces esta ayuda se ha transformado en copia más o menos directa del original. Confieso que hace tiempo el hecho de ver cómo se copiaba descaradamente contenidos y formatos para los cuales me había estrujado la sesera a base de bien, y a los que les había dedicado cientos de horas (no exagero), me sacaba de mis casillas. Ahora, con el poso que da el tiempo, creo que esos sucedáneos son el mejor homenaje que le pueden tributar a uno,  porque significa que el modelo funciona. No necesito reivindicarme, me basta con saber (como saben mis émulos) que yo lo ví primero.

En este tiempo he aprendido mucho. En el aspecto “técnico-práctico” del diseño web básico he pasado de ser un lego absoluto a andar por casa en zapatillas. No soy profesional de la informática, ni sé más de 2-3 rudimentos de la cosa, por eso esta web no es un trasatlántico sino una almadia, pero flota. Hay formas más fáciles, mucho más fáciles, de montarse una web, pero por ahora me aferro a mi HTML rudimentario. No lo hago por cabezonería, sino por no volver a dedicarle las horas que me llevó aprender lo poco que sé a otra cosa si esta ya funciona. No dispongo de todo el tiempo del mundo, aunque quizá algún día me decida a probar algo diferente. También en el aspecto de los contenidos he aprendido mucho, sobre todo a base de buscar información en libros y en internet, de preguntar, leer y cavilar. Siempre tiendo a hacer las cosas por el lado más difícil, qué se le va a hacer, y no podía conformarme con poner unas galerías de maquetas y punto, qué va.

Entre  lo que me ha quitado j-models está el tiempo de hacer más maquetas y de leer más sobre otros temas que me gustan tanto o más que los modelísticos. Cuando llevaba aún poco tiempo con este invento, alguien en el trabajo que se dedicaba a hacer una paginita sosa relacionada con asuntos laborales me dijo:

– ¡Uuuff! ¡Tú no sabes el tiempo que hay que echarle para hacer esto!

Y yo le respondí con ironía y sin añadir nada más:

– Sí, debe ser de lo más agotador…Qué bárbaro.

La web tuvo un foro en su día, que me costó sudores (literalmente) poner en funcionamiento y que tuvo nada menos que dos (2) participantes: mi amigo Omami y Jorge Belena, creador de Yoryipuntocom. Recuerdo que Jorge puso fotos de su Corsair heleno que estaba pintando por entonces. Aquello echó el cierre por falta de clientela y con el tiempo me pasé a la moda de las bitácoras, donde todavía sigo. Me parece una forma más sencilla y también más ágil de llegar a los lectores, además de que permite darle cancha al personal, que para eso se molesta en visitarte. Sobre por qué no estoy en las llamadas redes sociales, lee más abajo si te interesa.

Naturalmente no todo ha sido trabajo en solitario. Muchos modelistas, españoles sobre todo, me dejaron publicar galerías de sus maquetas y artículos en la web y por ello les estoy profundamente agradecido. Jamás tuve problema con ninguno de ellos e incluso algunos se ofrecieron para ayudarme con la edición de sus fotos. No voy a mencionar a nadie porque podría olvidárseme algún nombre y eso siempre es peligroso.

Me gustaría poder dar las gracias uno a uno a todos mis visitantes desde que comencé, incluidos aquellos que se equivocaron pensando que el “models” del título se refería a la carne y no al plástico, a los que vinieron y no volvieron, a los que llegaron por accidente. a los ocasionales y a los de plantilla (para estos las gracias van más orladas y con insignia de oro y brillantes, claro). A todos, muchas más de noventa mil gracias.

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PRONTUARIO J-MODELS

1. ANECDOTARIO

No son muchas las anécdotas curiosas que me hayan pasado a raíz de tener/mantener la web, pero si rebusco un poco me salen estas:

– Una vez (que yo sepa) tuve entre mis visitantes nada menos que a la Dirección General de la Guardia Civil. Todo un honor ayudar a la Benemérita, pero supongo que no encontraron nada raro en lo de “models”. Por entonces (hace más de 5 años) comenzaba a metérsele mano al oscuro y horrible tema de la pederastia en internet. Sería por eso la visita, digo yo, porque estoy en paz con Hacienda, no me dedico al negocio de la carne y ni siquiera estaba Rubalcaba a los mandos del asunto.

– Dos australianos me escribieron en diferentes momentos para hacerme un pedido de maquetas de aviones japoneses. Uno de los pedidos era realmente suculento en dólares australianos, realmente mollar como complemento a mi cada vez más menguado sueldo. Menos mal que uno no se dedica al timo de la estampita, que si no… Entonces me planteé también si merecía la pena seguir publicando páginas en inglés, porque hay gente que debe de leer al revés. Mi inglés no es tan malo, caray.

– Un periodista japonés de una revista de informática (Windows 100%) me mandó una batería de 100 preguntas y me solicitó permiso para publicar esta “entrevista”´en una sección dedicada a los “otaku” (libremente, los extranjeros aficionados a cualquier aspecto de la vida japonesa). Por lo visto pensó que yo era un experto en aviones y barcos japoneses de la guerra mundial o algo así. Quedé perplejo, pero tengo fundadas sospechas de a quién debí semejante honor inmerecido. El caso es que aquello se publicó en japonés con versión inglesa en CD que también tuvo la gentileza de enviarme junto con la revista. Aún hoy me río pensando en la de pescado que se habrá envuelto con mi cara (u otras cosas que excuso escribir) por todo el país del sol naciente. Este es un ejemplar reciente (creo) de la revista. Y ahí, en medio de niñas en braguitas y programas informáticos para frikis, aparece el menda con sus maquetas en junio de 2005. Pa morirse.

2. PREGUNTORIO-RESPONSORIO (Preguntas nada frecuentes)

 – ¿Por qué una web en dos idiomas?
Ya digo, se trata de llegar a más gente y aprovechar que uno sabe un poco de “franchute”, cosa que no se estila por estos lares ibéricos. Es el célebre “poyaque” español: “Po ya que te pones…”

– ¿Por qué no dos versiones de la web cada una en su idioma como hacen otros?
Comencé alojando la web con Yahoo y disponía de espacio limitado, así que si hacía dos versiones, duplicaba el número de páginas y de algunos archivos. Cuando dispuse de mi propio servidor me entró la vagancia y la dejé como estaba diseñada. Bueno, tampoco ha ido tan mal…

– ¿Por que sigues escribiendo páginas de historia si todo eso está ya en la Wikipedia y otros sitios?
Es cierto, pero cuando empecé no había tanta información disponible. Me gusta investigar en la medida de mis modestísimas posibilidades y luces, pero sobre todo me gusta hacer las cosas a mi manera (Sinatra dixit [et pixit]). Hay mucha información ya publicada en internet, pero ajena a fuentes occidentales (rusas, japonesas), aún por rescatar y difundir. En ocasiones se encuentran cosas inesperadas, imágenes que nunca esperabas ver. A veces no me queda más remedio que usar el horrible traductor de Google para enterarme de algo. Además aprendo un montón. La idea también es que cada maqueta tenga su propia revisión, un paso a paso y su adecuada (si bien breve) referencia histórica. Así todo está interrelacionado y no hay flecos que despisten al lector. Lo que pasa también es que al ritmo que voy y por el orden que sigo, es como hacer un rompecabezas. Cuando esté terminado (si lo está algún día) todo tendrá sentido.

-¿Por qué sigues escribiendo revisiones si muchas ya están en internet?
Y de ellas, ¿cuántas has leído en español? Una vez propuse en un foro hacer una web sólo de revisiones de maquetas en español. Hay gente que sabe un montón sobre aviones, carros, etc pero que no se decide a escribir, mi idea era darles la oportunidad de hacerlo mediante colaboraciones, como en otras webs anglosajonas. La respuesta fue típicamente española: me echaron los perros. Bueno, pues a seguir en solitario.

-¿Por qué no escribes sobre maquetas más actuales? Casi siempre son antiguallas…
Fácil. Escribo sobre maquetas que tengo o conozco, así digo menos tonterías de lo normal. Para revisar lo último de lo último cuando sale al mercado hay que tener mucho tiempo y mucho dinero. O ser el webmaster de Hyperscale o PMMS y que te las envíen los propios fabricantes o tenderos.

-¿Por qué no estás en Facebook o Twitter?
Mi amigo Pedro me invitó a Twitter antes de que nadie lo conociese en España, hará 3 o 4 años. Le mandé un mensaje, me respondió y me dije que eso de estar conectado todo el día para saber qué diablos están haciendo los demás, y que los demás sepan de tí, no es para mí. Si no me interesa lo que hace mi vecino, ¿para qué diablos quiero saber lo que le gusta comer a fulanito o dónde ha estado de vacaciones zutanito? Además, siempre me he sentido más cómodo lejos de la masa. Me parece bien que la gente se divierta con esos cacharros, y en España ha calado con fuerza porque este siempre ha sido (y es) un país de cotillas, pero la verdad es que no tengo tiempo de comentar sobre comentarios, ni me apetece tener seguidores, ni contar chorradas sobre mi vida, ni mucho menos volcarla en un sitio como internet para regocijo de Rubalcabas. Si te entregas a la máquina, esta acabará devorándote.

– ¿Por qué no dedicas más tiempo a hacer maquetas y publicar artículos de paso-a-paso en lugar de tanta historia, tantas revisiones y tanta leche?
Eso mismo digo yo. Miraré de ponerle remedio pronto.

– ¿Hasta cuándo va a durar esto?
Si te refieres a la web, no lo sé. Hasta el año que viene como poco, si no me canso antes. Si te refieres a esta entrada, aquí mismo podemos concluirla, que ya está bien por hoy.♦

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[24 abril 2011] En Cuevas

Hace unos días volví a la tienda de Cuevas en Sevilla. Me resulta curioso recordar que la primera y siguientes veces que fui a este comercio era apenas un mozalbete que acompañaba a mi amigo Juan y sus hermanos Emilio y Rafa, por entonces locos por el aeromodelismo, a comprar madera de balsa, motores y combustible, una especie de alcohol rosáceo de olor agradable. También íbamos a HobbySur, pero de esta tienda hablaré otro día. Yo no compraba, me limitaba a ver, oir y dejar hablar a los que entendían. Por entonces ya hacía maquetas, pero no se me ocurría bichear nada. Primero porque llevaba lo justo para el tren y segundo porque cuando podía comprarme algo, lo hacía en El Corte Inglés, tercera planta, juguetería, donde todo estaba más a la vista, se podía coger y “sopesar” en la mano. En los almacenes siempre me quedaba con las ganas de llevarme algún carro de Tamiya, pero unas prohibitivas 500 ptas. lo hacían imposible. Por eso tiraba  a lo pequeño y económico, 1/72 y gracias. No me quejaba, me dí cuenta pronto que era mejor tener en casa muchas maquetas pequeñas que pocas grandes.

La bonita rotulación en azulejo sevillano sobre la puerta nos confundió a mis amigos y a mí durante años. La llamábamos “7 Cuevas”, como si fuese un Sacromonte granadino trasplantado. Luego pasé a denominarla “J. Cuevas” y hace poco me he dado cuenta de que la primera letra es en realidad una “F” algo arisca. La situación de esta tienda es ideal, en pleno centro y hermanada en la Plaza de San Francisco con el ayuntamiento hispalense. Un sitio de paso donde siempre hay alguien y que suelen curiosear muchos extranjeros de variopintas nacionalidades, atraídos por unos escaparates bien surtidos de mil cosas diferentes. A mí particularmente ( y no suelo ser el único) me gusta pararme a ver las herramientas: taladros, fresas, aerógrafos, pinzas, lupas… En tiempos hubo también maquetas hechas, la última que recuerdo, y que estuvo años, fue un crucero o acorazado británico, ¿un  Hood quizá?.

A Cuevas hay que ir con la lista de la compra hecha y, si puede ser, con las preguntas preparadas, aunque en esto último cabe algo más de improvisación. Y es así, más que nada porque dentro hay mucho, muchísimo más de lo que se ve y el espacio para el gratificante bicheo es reducido. El personal atiende muy bien y aconseja mejor. Conoce el género y lo localiza con precisión y celeridad. Muchos comercios en Sevilla, y este es uno de ellos, están enfocados al trato directo con el cliente, a hablar encima del mostrador y no al puro coge, paga y vete de las modernas superficies comerciales. Por eso, repito, hay que ir con las ideas claras si se sabe qué se va a comprar o preguntar. La anécdota de mi última visita me lo volvió a demostrar.

Entré a por un par de pinturas, plástico y cuchillas. Junto al mostrador hablaba con el dueño un sujeto de mediana edad de acento no andaluz, cuya mujer le esperaba fuera con una gran perra blanca y bonachona. Yo, a lo mío, a ver estas varillas de Evergreen…

Él: …y ¿no tenéiss unass cadenass…? Ess que no sé si son de HobbyBoss… No sé la marca, son para un carro que estoy haciendo.
Vendedor: Si quiere se las puedo conseguir si sabe cuáles son.

[Sin contestar siquiera, mira el expositor de Evergreen, se me acerca y vuelve a preguntar.]

Él:  Estass varillass de plásstico… ¿a cómo salen? ¿Lass tenéiss macizass?, tuboss no, de una pieza.
Vendedor: Hay de varios precios y grosores. Las que quiere están más arriba. [Menos mal, creía que me las iba a quitar de la mano]
Él: Ah, sí, estass. Vale, pues me llevo estass doss.

Mientras el cliente sigue pensando qué más se le ocurre pedir, solicito unas pinturas de Gunze.

Él: Ah, que tenéiss también pinturass de estass… ¿Sabess si van bien a pincel? Ess que lass Tamiya no cogen bien el color.

El vendedor se para antes de contestar, no vaya a ser que lo deje con la palabra en la boca otra vez. Y con razón, porque nuestro indeciso cliente, ya se ha decidido. Se va a llevar lo mismo que yo.

Él: Ah, puess dame unass como estass, de ese color o un poco máss osscuro, mejor.

Cuando me marcho, allí sigue todavía dando la murga, culo veo culo quiero. Fuera, la pobre perra blanca se deja caer en la acera muerta de aburrimiento.♦

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[3 marzo 2009] Una visita a Vicente

Visita relámpago a los madriles y más breve aún a la tienda de Vicente. La tienda no tiene nombre (al menos visible en la puerta) y se la conoce por el nombre del dueño. Está en la calle Andrés Mellado, próxima a Princesa y la Plaza de España. Cuesta encontrarla porque, además de no tener rótulo, el barrio está lleno de pequeños comercios de todo tipo. El viajero, que no tiene vista de lince pero sí un sentido algo más desarrollado para las imágenes familiares, vislumbra en la acera izquierda un escaparate donde se muestran algunas cajas de Tamiya. No hay duda, allí es.

Al acercarse, uno comprueba que el escaparate conoció mejores tiempos. Ahora luce polvoriento y destartalado. A mano izquierda algunos reactores a escala 1/72, sin duda terminados a pincel hace mucho, quizá por el propio vendedor. A mano diestra unas pocas cajas de maquetas, varias recientes, puestas de canto mirando al visitante. Ya en la puerta, al fondo se vislumbra una pequeña habitación, una antigua trastienda, donde hay un par de ojos tristes y cansados que miran con curiosidad. No es Vicente, es Chusky, un perro de lanas grisáceo de mediano tamaño que parece salido de la Guerra de Cuba. En la pata izquierda exhibe un vendaje (“Se quemó el pobre, ya es la segunda operación que le han hecho”). Chusky es viejo y por tanto sabe latín perruno. A nada que se da la vuelta Vicente, aprovecha para salirse a la calle, por eso cada dos minutos aproximadamente el dueño pregunta por él a los visitantes: “¿Y Chusky? Ah, vale, está ahí.” Vicente se desvive por el animal y éste se lo paga jugando al toreo de salón. Vicente deja a medias una frase con un comprador, o una venta, y se va a ponerle la manta más adentro, al fondo de la trastienda. “Estáte ahí quieto y no te muevas”. Chusky pone cara de conformidad y se sienta. No tardará mucho en coger la manta, tirar de ella y sacarla de la trastienda para volver a sentarse. A Chusky, que tiene ya galones, no le van a decir dónde se tiene que poner, faltaría más, su sitio está justo enfrente de la puerta, donde él pueda controlar la posición de Vicente y salirse a la próxima vuelta. Así se pasan el día amo y perro, en una especie de ritual de partida de ajedrez con movimientos alternos.

Vicente le recuerda al viajero algún librero de viejo que conoció en tiempos, pero más joven. Viste vaqueros, jersey y zapatos de punta fina cuadrada, de hace un par de temporadas. Se mueve por la tienda con desenvoltura gracias a que tiene clasificada la mercancía: en la esquina izquierda carros 1/35 y figuras, al lado carros 1/72 y figuras, unos cuantos barcos encima de éstos, un par de estantes bajos y algunas baldas más para los libros, el resto aviones también clasificados por marcas. El centro de la tienda es para los recién llegados aún por clasificar: AZ Models, PST, AModel, Revell, un par de Caribous de Hobbycraft… Hasegawa está de capa caída, un Shimeiwa descolorido por el tiempo se ha escurrido de la balda y está de pie delante de la estantería, parece suplicar un comprador. Al curiosear por las estanterías llenas de polvo, uno comprende que la mercancía ha ido formando estratos sucesivos y así puede encontarar aún viejísimas maquetas en la parte inferior con otras más modernas encima. En el sanctasanctórum de la trastienda, que el viajero ojea de tapadillo, Vicente guarda algunos fotograbados y pegamentos en una vieja vitrina, salida tal vez de la liquidación de una farmacia, y una mesita donde ya está pintando su última maqueta: un camión 1/35 moderno de esos que transportan blindados. Por el estilo, es de los del escaparate.

El chorreo de clientela no para, aunque nunca excede los límites del breve mostrador. Mientras el viajero curiosea, no puede evitar escuchar al dueño:

– Ojo con esta maqueta, que es de las caras. ¿Ves? Trae resinas y fotograbados y eso hace que el precio se encarezca mucho. Eso también es cuestión del molde. Hay marcas que te hacen una tirada de 5.000 maquetas, por ejemplo, porque usan moldes de bronce que duran toda la vida y así salen tiradas de precio. Otras hacen tiradas cortas con moldes de porcelana que acaban rompiéndose, pero en cambio estás seguro de que tu maqueta la tienen muy pocos, por eso también es más cara.

El cliente, un poco agobiado, le responde:

– No, si yo lo que quiero es algo sencillito para empezar, a ver si cojo la afición.

Y entonces Vicente, que ya ha cuadrado al toro, se explaya:

– Pues el día que puedas, te pasas que tengo que darte un pequeña charlita, nada, diez minutos, para explicarte cómo tienes que lijar esto y cómo has de pintarlo. ¿Tienes papel de lija? Mira, esta es lija de agua, la mojas y suavecito le das. Eso sí, con mucho cuidado que si no, te la cargas. Deberías pasarte cuando puedas para que te lo explique. Es fácil, pero hay que explicarlo.

El siguiente recibe una breve disertación sobre por qué no hay que pegar los transparentes de los aviones con pegamento normal sino con cola. Y al próximo le perdona un euro con treinta porque no tiene cambio (“Es igual, otro día cuando vengas ya me lo das”). El viajero, que tiene en la mano un semioruga 1/72 con cadenas de fotograbado también tiene su ración, aquí hay para todos:

– Esta es cara, es que tiene las cadenas de fotograbado. ¿Ves esas piezas de metal? Eso hace que se encarezca el precio, por eso son 19 euros y no 10 o 12 como otras.

El viajero se siente aliviado al ver cómo Vicente cuida de su economía doméstica en los tiempos que corren. No hay duda de que Vicente si pudiera le haría también las maquetas a sus clientes, como la partera que se encargara de criar a los hijos que trae al mundo y como aquel librero de viejo que se retorcía ante la sola idea de tener que vender (y por tanto separarse) de alguno de sus preciados libros.

Sólo por ver a Vicente y a Chusky el viajero sabe que volverá algún día a la tienda. Ojalá sea viernes por la tarde, momento de tertulia maqueteril, y tenga tiempo para escuchar al ilustre senado que, dicen, se congrega. No se lo perdería ni siquiera por comprar una maqueta.♦

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